Imprimir
Visto: 755

Por Mariano Ameghino y Eliana Tamayo Mejía -desde Medellín-

Siempre vengo a Medellín. Casualidades del trabajo, de la vida. Es la ciudad que más visité en mi trabajo de cooperación internacional universitaria. Fui conociendo más que a los colombianos, a Los Paisas (así se denominan los que habitan Medellín) Y fui conociendo todas sus luchas, sus memorias, sus ganas de vivir mejor.

Este cuarto viaje me toca en un momento muy especial, justo cuando asume Gustavo Petro la presidencia de Colombia: es la alegría más grande que estamos sintiendo en América Latina, que se asemejará al retorno de Lula, que acompañará el triunfo de Boric, la recuperación democrática y el gobierno popular de MAS en Bolivia y la derrota del neoliberalismo de Macri en Argentina.

Pero estoy en Medellín, no estoy en Colombia.

En una de las reuniones de trabajo de esta semana un vicerrector me dijo: “Los que vivimos en Medellín nos vemos mucho el ombligo, vivimos adentro de nuestra ciudad, rodeada de montañas y le damos la espalda al resto del país y al mundo”. Pero los paisas son seres hermosos. Quizás Gardel sea el cordón umbilical que nos une. Se parecen tanto a los porteños.

Pero cuando uno observa el mapa político colombiano, se da cuenta que en Medellín se vota por el NO a la paz y se vota a la derecha. En Medellín, Petro no ganó.

Pero Colombia ha cambiado y Medellín empieza a mostrar esos tentáculos contra-hegemónicos de los cuales mis amigos hablan en voz baja. Ellos, conmigo, con miradas cómplices, se sonríen cuando hay comentarios fascistas, de derecha, pero lo cierto es que la gran mayoría del pueblo paisa, cuando va a votar, vota a la derecha.

Le dejo el espacio de este artículo a mi amiga Eliana que es una militante popular desde la docencia, que desde su trabajo cotidiano lucha por una Colombia más igualitaria. Algunos la tildan de izquierdista, pero ella, en realidad, si viviera en Argentina sería una compañera más de nuestro movimiento, entonces los próximos renglones serán de ella, de cómo se vive la asunción de Petro, desde Medellín:

“Parce, al fin tenemos presidente”, puedo decirle a Mariano o a cualquier amigo. “Mis amores, al fin tenemos presidente”, le diré a mis estudiantes, niños y adolescentes de uno de los barrios populares con mayores dificultades socio-economico-culturales de la ciudad.

Desde afuera es difícil comprender por qué la mayoría de los paisas (quienes nacimos en Medellín y en otras regiones cercanas) votaron a la derecha y por el NO a la paz, cuando tuvimos la oportunidad histórica de acabar la guerra en el país. Desde adentro y con mucho dolor, algunos comprendemos que esto es producto del miedo que la Iglesia y otros poderes nos fueron sembrando a punta de sangre, muerte e intenso dolor.

Pero se vinieron estallidos sociales en Latinoamérica, una pandemia y en Colombia, además, el nefasto gobierno del títere de Álvaro Uribe, Iván Duque. Un tipo que se metió en una fábula y gobernó para él, sus amigos y familiares, que en sus alocuciones presidenciales hablaba de un país inexistente.

Esta efervescencia popular latinoamericana, el hambre, la falta de oportunidades, el incumplimiento de los Acuerdos de Paz por parte del gobierno y el consecuente retorno a la violencia en distintos territorios, el robo de los dineros para la paz y para programas sociales, una reforma tributaria en contra de los sectores menos favorecidos y un largo etc., nos hicieron salir a las calles como lo hicieron otros tantos de nuestros hermanos de la Patria Grande.

El Paro Nacional de 2021, que fue la continuación del paro que comenzó en noviembre de 2019, nos mostró que no estábamos solos, que solo estábamos en silencio, con miedo.

Pero no podíamos quedarnos así. Como rezaban algunos carteles durante el Paro Nacional: nos robaron tanto, que hasta el miedo nos lo quitaron.

Los jóvenes de la Primera Línea, sin miedo, nos mostraron que era posible enfrentar al poder. Jóvenes que estuvieron dispuestos a perder su vida, lo único que tenían, en un país con pocas o nulas oportunidades para ellos.

En campaña Francia Márquez dijo que los colombianos merecíamos vivir sabroso (expresión popular que alude a vivir bien). Luego le tocó explicarlo, dijo que vivir sabroso no era vivir con lujos, sino vivir tranquilo, sin miedo a morir, con dignidad, con las necesidades básicas satisfechas. Esa negra, rápidamente, se metió en el corazón de quienes, como ella, históricamente habían sido excluidos por su raza o condición social.

Petro, por su parte, habiendo militado en el movimiento guerrillero M-19, siempre trabajó por la justicia social, realizó trabajo de base, contribuyó con la Asamblea Nacional Constituyente de 1991, fue senador de la República, alcalde de Bogotá y, como Allende, varias veces intentó ser presidente de Colombia. Y al fin, junto con Francia Márquez, lo logró.

Pero este triunfo no es de ellos. Este triunfo es de quienes, en medio de la guerra, del narcotráfico, de la exclusión, de la falta de oportunidades, nunca dejaron de creer. De quienes despacito, por debajo, esquivando las balas, trabajando como hormiguitas, siguieron construyendo país en medio de las ruinas.

Este logro se lo debemos a los artistas, quienes nunca dejaron de creer, de crear, de proponer, de soñar. A los líderes sociales y ambientales que sobreviven y a los que perdieron su vida luchando contra todo y contra todos; a los jóvenes de las primeras líneas que lucharon en las calles por la dignidad; a las mujeres que siguieron amando a sus hijos, a sus esposos, a sus hermanos asesinados; a los campesinos, a los obreros…

La semana de visita de Mariano, efectivamente, coincidió con la asunción presidencial de Petro, pero obviamente Medellín no celebró este hecho con la magnitud que merecía. En las calles de Medellín no se vivió este día con la dimensión histórica que tiene la llegada del primer “gobierno de izquierda” a la Casa de Nariño, pero muchos celebramos en nuestros corazones esta lucecita que se enciende por primera vez en el país.

Petro no es el líder de izquierda que mencionan los medios de comunicación, tampoco lo es Francia. Ellos son la esperanza de millones de colombianos que esperan un gobierno que al fin responda las necesidades más sentidas del país.

Es por todo esto y mucho más que hoy, desde Medellín “ciudad de la eterna primavera”, canto con emoción la canción de los artistas colombianos Edson Velandia y Adriana Lizcano:

Ay, amor, florecerá por fin aquí la primavera
Tierra mía, cosecharás los frutos de tu incansable labor
Ay, amor, te miro ya sin guerra
Tierra mía, ya es el amanecer mira pal sol.

Y junto con Mariano le grito a los paisas, a los fachos, a Iván Duque y a todos los que acompañaron su desgobierno injusto e inhumano, “Déjennos vivir sabroso de una puta vez” (palabras del actor de teatro Ruderico Salazar).