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Elaborado por el Colectivo Marambio

En un escenario cambiante, en donde la pandemia y las medidas para hacerle frente, tanto sanitarias como económico-sociales, se han transformado en un eje más de disputa entre el oficialismo y los sectores más recalcitrantes y radicalizados de la oposición, se demuestra que ni aún una crisis humanitaria de escala mundial puede actuar como barrera frente al odio de clase de los poderosos y quienes le hacen coro influenciados por el discurso alienante que baja desde los medios hegemónicos de comunicación.

Si el resultado de las elecciones de 2019 alentó en nosotros la esperanza de que se produjera una reconfiguración del mapa político nacional durante la cual los sectores ubicados en el extremo derecho de la palestra política, que forman parte de Juntos por el Cambio y están encabezados por el expresidente Macri, fueran aislados y condenados al ostracismo, no podemos -después de unos pocos meses- estar menos que desilusionados. Ya durante el tramo post-paso de la campaña electoral, se produjo un marcado endurecimiento de las posturas reaccionarias del entonces oficialismo y adquirieron participación central personajes nefastos como Bullrich, Carrió o Pichetto: parecía que apostaban a consolidar el núcleo duro pero resultó que sacaron el 40 % de los votos. Por un lado éste último dato indica que la sociedad está más a la derecha que sus representantes políticos más importantes empezando por Alberto y Cristina pero por el otro, lo que es aún más preocupante, es que para ser representación política del neoliberalismo parece necesario incorporar a lo esperable de aplicar políticas distributivas regresivas, de beneficiar a los grandes grupos económicos, de segregar y marginar a los sectores populares, discursos y acciones racistas, homofóbicas, de odio de clase, de desprecio de las minorías y de amenaza apenas velada de utilizar el aparato represivo en contra de las disidencias cualesquiera sean éstas. Por lo anterior, pasados apenas siete meses desde la asunción de Alberto podemos afirmar que si ha habido una reconfiguración política, la misma se ha caracterizado por la confirmación de lo esbozado en el último tramo de la campaña, con Juntos por el Cambio anclado en posiciones de extrema derecha ubicándose en línea con el discurso de los medios de comunicación hegemónicos. Quizá no debiera sorprendernos, si prestamos suficiente atención a acontecimientos tales como el triunfo de Bolsonaro en Brasil, la traición de Lenín Moreno en Ecuador o el golpe de estado contra Evo en Bolivia -sólo hablando de nuestros vecinos-. 

La realidad es dinámica y el proceso está lejos de definirse: no se puede soslayar el hecho de que en Juntos por el Cambio existe otro sector integrado por aquellos que están al frente de gestiones ejecutivas, que sabe que para ser alternativa de poder a nivel nacional o  local, necesita generar una base de apoyo amplia que los ultra del Pro o del radicalismo pueden dinamitar. 

Para el gobierno popular, a las múltiples tareas que demanda hacerle frente a la pandemia y a la crisis económica, se suma una no menor que es la de consolidar un frente político-social que se transforme en sostén y defensa de valores democráticos elementales que hoy se ven amenazados por la acción de la derecha radicalizada.

Allá por marzo, al detectarse los primeros casos de COVID y decretarse la cuarentena estricta, parecía que dábamos los primeros pasos en firme en dirección a la consolidación de un proyecto popular: el contundente posicionamiento del gobierno en defensa de la vida y  las medidas decretadas para limitar las consecuencias sociales devastadoras generadas por la pandemia, determinaron que la figura de Alberto alcanzara altos niveles de liderazgo y aprobación. Sin embargo parte de esos apoyos se han ido perdiendo de la mano del hartazgo por el encierro y la incertidumbre que provoca el parate económico junto a la ofensiva irresponsable del gorilismo más extremo contra la cuarentena primero y contra cualquier medida que surja del gobierno después, sumado a errores propios no forzados. La gestión de gobierno se ha desdibujado en últimas semanas y la agenda ha sido circunstancialmente fijada  por la oposición y los medios hegemónicos.

El Frente de Todos y el amplio abanico de fuerzas político-sociales que lo integran confirman su heterogeneidad y lo difícil que es sostener posiciones comunes frente a la crisis, lo que ha dado lugar en los últimos días a la aparición de cuestionamientos internos a determinados actos y decisiones del gobierno. El surgimiento de estos debates no deben ser leídos en clave negativa: por el contrario, si resultan correctamente procesados pueden aportar a la consolidación, fortalecimiento y ampliación de las bases de apoyo al gobierno y llevar a la democratización del proceso de toma de decisiones.  La discusión del proyecto al interior del Frente de Todos, de la línea de gobierno, debemos darla sin complejos, tomando en cuenta que caminamos juntos en una ancha avenida sectores que tienen distintos orígenes, diferentes experiencias militantes y hasta diferentes posicionamientos ideológicos.

Dicho lo anterior creemos que debemos atravesar rápidamente la etapa en la cual un porcentaje importante de la discusión interna gira alrededor precisamente de si debe existir tal discusión o si la misma debe darse públicamente. Analicemos puntualmente algunos hechos políticos que se produjeron durante las últimas semanas y si el silencio podría ser una alternativa militante frente a ellos:

1.       que en el acto institucional por el aniversario de nuestra independencia junto a Alberto hayan estado representados sólo los sectores del poder económico concentrado y la CGT y que no hayan sido invitados la CTA, organizaciones sociales, representantes Pymes y de derechos humanos, ¿no debía generar una rápida reacción?. Podemos pensar que la forma de manifestar disconformidad por parte de Hebe no es la más adecuada o que la nota de Zaiat en Página 12 puede o no ser “el mejor análisis escrito en mucho tiempo”, lo que no podemos es dejar de llamar la atención acerca de que si la idea es que durante la post-pandemia se concrete un proyecto que priorice la producción sobre la capitalización financiera, que modifique la matriz distributiva a favor de los sectores populares y en el que el estado ocupe un rol central como garante de la justicia social y la independencia económica, la base social que apoyará el cambio del paradigma neoliberal al productivista y distributivo, no puede estar ausente de éste tipo de convocatorias

2.       que el encuentro de la Asociación Empresaria Argentina (AEA) y la CGT diera lugar a la difusión de un documento que propone flexibilizar el mercado laboral o aceptar la propuesta de pago presentada por los sectores más intransigentes de los tenedores de bonos de la deuda argentina cualquiera sea la misma, ¿no debía generar un amplio rechazo, en particular a la actitud de los dirigentes de la CGT que participaron en el mismo y firmaron el documento -que, al menos en éste caso, se comportaron más como representantes de los grandes grupos económicos que se oponen vehementemente a la implementación de medidas redistributivas que como representantes de los trabajadores-?. Rechazar firmemente la posición de los dirigentes cegetistas no significa encuadrarlos del lado del enemigo pero si definir una línea divisoria clara de las aguas políticas que no se debe cruzar a riesgo de poner en juego la posibilidad de materializar un proceso superador del infierno neoliberal

3.       que se han producido hechos de violencia institucional graves que de ninguna manera pueden ser naturalizados: el caso de Facundo Castro desaparecido desde el 30 de abril, el de Lucas Verón, asesinado por agentes de la Policía Bonaerense, los de Luis Espinoza y Walter Ceferino Nadal en Tucumán, los gendarmes que mataron a Facundo Scalzo en el Bajo Flores, son hechos aberrantes que demandan el reclamo unificado de esclarecimiento y justicia de cada uno de los integrantes de nuestro espacio. Tanto Axel como Alberto han asumido un rol activo los últimos días y han puesto a disposición de la familia el aparato el estado para esclarecer los hechos como primer paso en la procura de justicia y castigo a los culpables, después de una respuesta inicial titubeante 

4.       en el marco de los hechos de violencia institucional señalados, adquieren mayor gravedad declaraciones como la de Sergio Berni justificando el “hacer justicia por mano propia” de un adulto mayor que mutó de víctima a victimario asesinando a sangre fría a un joven que había intentado asaltarlo, cuando éste estaba ya herido y no significaba una amenaza. El lugar de la barbarie es el que por derecho propio ocupa la derecha radicalizada: un proyecto político popular debe colocarse en las antípodas de éste tipo de reacciones no sólo por razones de índole humanitaria sino también por el hecho de que su naturalización puede determinar escenarios de violencia paraestatal amparada en la defensa de la “propiedad” en que siempre las víctimas provienen de los sectores populares y la juventud -basta recordar las declaraciones de un productor agrario llamando a meter bala a imaginarios camporistas destructores de silos bolsa o las de la cierta dirigencia agraria y empresarial advirtiendo sobre el advenimiento de un etapa confiscatoria del gobierno frente a la propuesta de rescate de Vicentín-

Por lo desarrollado en los puntos anteriores, la aparición de voces críticas que se hacen escuchar frente a posicionamientos o acciones que no se condicen con lo que creemos deben ser los lineamientos políticos, sociales y económicos del gobierno popular, es válida y necesaria y  no debería conducir al fortalecimiento de posiciones dogmáticas ni sectarias. Otro cantar es el de los que intentan posicionarse en la disputa interna o frente a la sociedad desde la diferenciación oportunista, persiguiendo cinco minutos de gloria en una radio amiga o procurando imponer opiniones por medio de un tweet afortunado. Éstos últimos si están en línea con lo que Jorge Alemán señala en su nota del 15/07 en Página 12: “la disputa de egos y los narcisismos de las pequeñas diferencias”. 

No puede faltar demasiado para que se defina el capítulo de re-negociación de la deuda, proceso en el se ha expresado claramente que el capitalismo financiero y sus socios internos históricamente enfermos de cipayismo, reconocen una única forma de expresarse políticamente: por medio del chantaje y demostrando desprecio absoluto por la democracia y la voluntad popular. La definición de la negociación con los acreedores coincidirá con la recuperación de la iniciativa por parte del gobierno, que comenzó a materializarse ésta semana con la presentación del proyecto de reforma judicial y las líneas principales del plan económico para la recuperación en la etapa de la post-pandemia -de contenido claramente productivista y moderadamente redistributivo-. Mientras nos encontraran haciendo realidad la máxima del General: “los peronistas somos como los gatos, cuando gritamos no nos estamos peleando, nos estamos reproduciendo”.