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Por Miguel Ran, Resumen Latinoamericano, 13 de diciembre de 2023

El principal golpe anímico que recibimos los militantes y activistas populares por el triunfo de Milei es comprobar que no somos “El Pueblo”.

 

Como militantes o activistas revolucionarios, pretendemos que el pueblo trabajador se defienda, por eso nos alarmamos cuando la falta de perspectiva política lo lleva a autoinfligirse daño al votar candidatos de derecha. Esta cachetada electoral tiene que servir para desnudarnos verdades.

El Campo popular no es pueblo

El autodenominado campo popular pretende representar a “El Pueblo”, aunque las últimas décadas no se ha mostrado capaz de encarnar un proyecto popular. Sus limitaciones lo han convertido en una opción política que al administrar el estado distribuye recursos cuando los hay, y que ofrece la mediocridad del “malmenorismo” cuando no hay mucho que repartir. La forma en que el voto a Milei los sorprendió demuestra su separación de quien desean encarnar.

Cristina Kirchner no es una líder popular. Claro que es la líder política más importante de Argentina y que ejerce una enorme influencia en el “campo popular”, pero no lidera al pueblo.
La incapacidad de la militancia y del activismo kirchnerista de registrar esta realidad incentiva su sectarismo, que termina recelando del votante de Milei por no comprender el proyecto “popular”.

La despopularización del espacio autodenominado popular tiene un condimento extra, el miedo del Peronismo/Kirchnerismo a algun tipo de autoorganización que no controle. Hay valores progresistas del kirchnerismo sólo existen para la clase media progresista urbana. A los obreros se los ha dejado a la burocracia sindical y a los pobres a los intendentes-barones del conurbano.

La izquierda clasista no es “la clase obrera”

Hubo una época en que ser obrero y ser de izquierda eran sinónimos. Hoy hemos perdido el protagonismo socio-cultural en las clases productoras. Los activistas antisistémicos, pertenezcamos o no a una organización, poco a poco nos hemos ido refugiando en otros espacios socioculturales: juveniles-universitarios, contraculturales-alternativos, de género y minorías sexuales, minorías raciales e inmigrantes, etc… Incluso el desarrollo en espacios territoriales y movimientos de desocupados, aunque muy valioso, no han significado una recuperación del vínculo con “los trabajadores”, sino una construcción territorial de emprendimientos de la economía popular, a veces, o simple asistencialismo, en casos más desafortunados.

Que, post-Foucalt, la izquierda haya asumido un sujeto diverso podría haber representado un enriquecimiento de la militancia revolucionaria, pero no lo fue. No fue una diversificación militante, sino una huida donde perdimos nuestra centralidad teórica en la clase trabajadora. Corridos por punteros, burócratas, mafiosos y las patronales, nos refugiamos en ámbitos menos hostiles para la militancia.

Una burbuja para cada grupo de afinidad

En un fenómeno potenciado por las nuevas tecnologías y la desestructuración social, desde fines del siglo XX las personas tendemos a relacionarnos con quienes comparten nuestras pautas culturales e ideológicas. Se conforma así distintas burbujas, con fenómenos como las cámaras de eco, y todos, activistas o no, vamos perdiendo las relaciones inter-clase social. Dejamos de ser lo que hacemos, trabajadores, para ser lo que consumimos.

Como activistas ¿podemos percatarnos de este proceso y, conscientemente, apuntar a construir y fortalecer relaciones dentro de nuestra clase social? ¿Podemos establecer vínculos aún con quienes no compartamos pautas culturales? Debemos no quedar atrapados en una burbuja progresista/revolucionaria sino habitar sanamente otras burbujas.

Un nuevo trabajador

Una nueva subjetividad, nuevas formas de relacionarnos… y una nueva clase trabajadora también. Junto a los trabajadores precarizados, sindicalizados y estatales surge un nuevo trabajador que se subjetivisa con otros sueños y otra perspectivas(1), los emprendedores. No estamos hablando de millonarios sino de trabajadores independientes que han comprado el discurso del progreso personal.
¿Tenemos diálogo con estos nuevos trabajadores? ¿qué piensan? ¿qué le decimos? El proyecto de progreso personal que los alienta va al desastre a base de autoexplotación y consumismo. Si no tenemos un discurso hacia ellos el fascismo es un horizonte posible.

Este trabajador-emprendedor conforma un tipo de pareja neoliberal: la pareja de emprendedores. Son matrimonios donde, por ejemplo, él reparte las entregas de MercadoLibre y ella maneja el WhatsApp para coordinar el reparto y también hace uñas esculpidas en el living. Aquí hay un triunfo ideológico del sistema que refuerza y moderniza al patriarcado

Ser pueblo

El voto a Milei es una rebelión sin lucha de clases: ¿Cómo es posible que los activistas no la hayamos visto? ¿Nuestros vecinos, nuestros amigos, nuestros compañeros de trabajo no son parte de los votante de Milei? es decir, ¿no convivimos con en ese sector social? ¿O simplemente no hemos desarrollado un trabajo político de escucha?

Hagamos cada uno esta introspección personal: ¿el 56% de nuestro entorno voto a Milei o vivimos en una burbuja de gente progresista? ¿Cuántos de nuestros amigos vecinos, clientes, compañeros de trabajo, compañeros de fútbol o de lo que sea, votaron a Milei?.
Quienes optaron por el ultraderechista, ¿qué condición social tienen?, ¿son trabajadores, empleados estatales, precarizados, autopercibidos emprendedores, monotributistas?. ¿Qué diálogo tenemos con ellos?. ¿Por qué lo votaron?. Y cuando nos enteramos de ese voto, ¿qué les dijimos?.

El pensamiento político fuera y dentro del “círculo rojo”

Duran Barba aconseja a sus empleadores hablarles a los votantes que no pertenecen al círculo rojo. Pero, ¿qué es el círculo rojo?. El círculo rojo del que habla el ecuatoriano no son los poderosos como muchos interpretan, sino que son la “gente enterada”: los que leen el diario, los que se acuerdan hechos y los relacionan, los que saben quien fue Alfonsín y quién fue Margaret Thatcher. Los activistas también somos el círculo rojo.
Nosotros nos “enteramos” si Milei dijo una barbaridad, si se contradice, si Macri compra un juez, si un periodista cambió su punto de vista de un día para el otro. La gran mayoría de los ciudadanos, hayan votado o no a Milei, no se enteran.

¿Tenemos diálogo con los de afuera del círculo rojo? Si no existen para nosotros y nosotros no existimos para ellos, estamos fuera de su mundo. Recordemos el debate presidencial cuando Bullrich le dice a Milei “Tenés todos lo chorros de Massa en las listas…” y el economista respondió “Vos también…”, y no significo nada!!!!. Debemos entender que el hecho que Milei admire Margaret Thatcher no significa nada para quien no sabe quién fue Margaret Thatcher. Qué la comunidad artística haya abucheado a Milei en el teatro Colón no significa nada. Qué Milei haya promocionado una estafa piramidal como CoinX no significa nada. Fuera del circulo rojo simplemente eso no ocurre. Es otra realidad, lejos de nuestra realidad de personas “enteradas”.

Recuperar la perspectiva de clase en una militancia revolucionaria diversa

Milei no pretende representar al pueblo si no nuclear a los “argentinos de bien”. Pero los militantes y activistas si queremos representar al pueblo trabajador. Una nueva subtividad nos lleva a solo representar, y habitar, un espacio de valores culturales y políticos (socialista o popular, feminista, ecologista, garantista, etc…). La tarea es reconstruir vínculos comunitarios de clase por encima de las distintas burbujas y tribus urbanas.

Si nuestra herramienta de comunicación es blandir valores morales “inobjetables” como lo es la lucha contra el terrorismo de estado de los 70, solo estamos hablando con nosotros mismos.

Debemos aprender a mantener un diálogo con los sectores populares despolitizados, hayan votado o no a Milei , y debemos hacerlo sin soberbia. Así como los activistas hemos sistematizado nuestro pensamiento político, otras personas han sistematizado otros saberes: son personas inteligentes que saben mecánica automotriz, pastelería, neurocirugía o lo que sea. Tener un pensamiento político sistematizado solo nos da ventaja intelectual en el terreno de algunos saberes sociales, nada más.

El trabajo de la derecha es sembrar confusión entre los trabajadores. Los revolucionarios tenemos que hacer el nuestro.

1- Los que Pablo Seman llama los mejoristas: “El mejorismo no es anti igualitario y no es necesariamente antiestatista en forma radical. El centro de la apuesta existencial de los mejoristas es “yo puedo hacer algo por mí y quiero hacerlo y quiero que se reconozcan mis méritos”.