Por Alejandro Goldín
“Nada ni nadie nos garantiza que Solá o Lavagna o Massa o Rodríguez Saá puedan derrotar a Macri o que estén en mejores condiciones para hacerlo que Cristina o Rossi, y en segundo lugar porque derrotar a Macri con Massa o Lavagna es similar a haber derrotado al Menemismo con De la Rúa”.
La década del 90 fue terrible y horrible. El Imperio brindaba por el «Fin de la Historia», y en nuestro país se desguazaba el Estado en nombre del Peronismo. Privatizaciones, endeudamiento externo, valorización financiera, destrucción de la industria, hiper desempleo y pérdida del poder adquisitivo del salario fueron las características principales del Menemismo, combinado con la degradación de la política, y de símbolos muy arraigados en nuestra tradición, en nuestra historia contemporánea, o la resignificación de los mismos. La oposición era muy endeble, un núcleo de algunos sindicatos de la CGT integrados en el MTA, la CTA (fundada en agosto de 1991) y movimientos sociales. En lo político primero surgió el Grupo de los 8, y después se constituyó el Frente Grande, pero su líder, Chacho Álvarez, hacía hincapié en la crítica a la corrupción y NO al programa económico social. Incluso planteaba un discurso postmoderno y anti política, en el que la política la hacían los referentes a través de los medios de comunicación (él y su socia Fernández Meijide preferían el programa de Mariano Grondona), y aseguraba que él no tendría el problema de Lula y el PT que en municipios que gobernaban tenían conflictos con los gremios conducidos por el mismo partido. Ese postmodernismo tenía otra característica predominante que era el posibilismo: lo único importante era derrotar al Menemismo, no importaba cómo ni con quién. Eso primero hizo que el FG fuera furgón de cola de Bordón (actual embajador de Macri en Chile) y luego de De la Rúa. Por último, fue Álvarez quien estando ya fuera del Gobierno, porque había renunciado a la Vicepresidencia, propuso e impulso a Cavallo como ministro de Economía.
Hoy estamos padeciendo una situación dramática pero muy diferente: tuvimos 12 años y 7 meses de Kirchnerismo, tenemos a Cristina y al Kirchnerismo, a miles de cuadros y militantes formados y formadas, y además Macri está hace 30 meses (no 10 años). La experiencia de Bordón -Álvarez y De la Rúa- Álvarez- Cavallo deberían ayudarnos para que la desesperación, la angustia y el hartazgo de padecer a este régimen no nos lleven al posibilismo de pensar que hay que derrotarlo electoralmente de cualquier manera y detrás de cualquiera. Es imprescindible la construcción de una coalición electoral opositora lo más amplia posible que logre expresar al bloque contrahegemónico basado en un acuerdo programático-porque tan peligroso y perjudicial como el posibilismo es el sectarismo-pero sin resignar de antemano la posibilidad de que sea conducida por Cristina. En primer lugar porque nada ni nadie nos garantiza que Solá o Lavagna o Massa o Rodríguez Saá puedan derrotar a Macri o que estén en mejores condiciones para hacerlo que Cristina o Rossi, y en segundo lugar porque derrotar a Macri con Massa o Lavagna es similar a haber derrotado al Menemismo con De la Rúa.