Por el Colectivo Marambio

Milei asumió hace 20 días. Durante las semanas previas al balotaje, las semanas entre el triunfo y la asunción y los primeros días de gobierno, la ultraderecha neoliberal avanzó en aglutinar -o pegotear- un bloque de poder con la masa crítica que consideran necesaria para producir una radical transformación del país, terminando con cada una de los derechos laborales y sociales conquistados desde 1945 a la fecha, con los conseguidos por las minorías en los últimos 20 años; poniéndole cartel del remate al país erradicando del imaginario popular palabras tales como soberanía, justicia social, solidaridad, distribución, organización, memoria, verdad, justicia y aún democracia (habida cuenta que pisotean las más elementales normas de convivencia que creíamos consolidadas habiendo pasado 40 años del infierno dictatorial).

Que la improvisación manifestada en el proceso de presentación del DNU y la ley ómnibus, que el desconocimiento del manejo y la gestión de la cosa pública, que la ignorancia de los más básicos procedimientos para el normal desarrollo de las instituciones democráticas no nos llame a engaño, no debemos subestimarlos. Lo recién mencionado no son más que variadas expresiones de su desprecio por lo democrático, de la brutalidad que los constituye y aleja de cualquier posibilidad de tener la más mínima empatía con el sufrimiento y la postergación de los que menos tienen y las víctimas de proceso de ajuste, de su mesianismo a la hora de rendirle pleitesía a las leyes del mercado y a los poderosos. Improvisación, desconocimiento, desmanejo, brutalidad, imperio de la fuerza no son debilidades del espacio político articulado alrededor de Milei y LLA, por el contrario son la explicitación de sus fortalezas -ojalá fugaces-. Se creen parte de “fuerzas del cielo” encargadas de protagonizar un proceso revolucionario de restauración ultra-conservadora, con tintes distópicos por lo anacrónico y extremo de sus propuestas. Se cagan en las formas porque tienen claro los contenidos y los contenidos no son materializables respetando la división de poderes que impone la democracia aún en su versión más liberal y de menor intensidad. Por medio de la negociación -en la que no parecen muy duchos-, de las amenazas, de mafioso tráfico de influencias o de prebendas… o en el extremo por medio de su clausura, se plantean anular la capacidad del poder legislativo de poner límites al ejecutivo. En la ley ómnibus llegan al extremo de ofrecerles, a diputados y senadores, las llaves del Congreso para que lo cierren desde adentro. Éste modus operandi parece solventarse sobre una confianza extrema de su capacidad para imponer los cambios: ¿por el 55,5 % de los votos obtenidos en el balotaje?...puede ser, no podemos dudar que el porcentaje obtenido constituye una base de legitimidad no despreciable. Sin embargo, nos inclinamos a creer que su confianza descansa más en la protección del bloque de poder que enunciamos al principio de esta nota.

Las fuerzas de cielo no son etéreas, sino terrenales… y peligrosas. Son el circulo rojo: las familias más ricas de la Argentina con intereses económicos diversificados y las organizaciones patronales que dirigen: AEA, UIA, Sociedad Rural, CRA, ADEBA. Como ejemplo: a los Roca les puede tocar perder en el mercado interno frente al freno de la obra pública pero van a ganar exportando porotos de soja o haciéndose de YPF por migajas o consolidando su posición en Vaca Muerta eliminando la competencia de YPF cuyo manejo fue dado a un ex - Techint. Son la derecha tradicional: el sector más ultra del PRO bajo la tutela de Mauricio Macri- subsumido en el nuevo bloque político del mileismo-. Son las fuerzas policiales nacionales cooptadas por Bullrich para ser la mano de obra represiva del bloque político conformado. Son las fuerzas armadas reivindicadas desde lo más oscuro de su actuación en los años de plomo de la dictadura cívico militar y capaces de intercambiar su aberrante redención por el eventual apoyo a posibles asonadas libertarias -por ejemplo si decidieran clausurar el Poder Legislativo y cerrar el Congreso, superando la limitación que les significa poseer bloques minoritarios en ambas cámaras-.

Para un porcentaje alto de sus votantes, perjudicado ya por sus políticas de ajuste pero con la perspectiva de estar mucho peor en pocos meses, a no dudarlo, le reservan los mismos palos que hoy usan o amenazan usar con nosotros.

De esta manera, “el neoliberalismo funciona como una dictadura sin golpe de Estado” -Jorge Alemán dixit, en nota del 29/12 en Página 12-.

REACCIÓN: RESISTENCIA, MOVILIZACION POPULAR

¿Hasta que punto los sectores populares soportarán la opresión a la que el nuevo régimen los someterá?. La respuesta a éste interrogante no es simple, entre otras cosas porque no está relacionada solo con la profundidad inédita de la redistribución regresiva de la renta y la eliminación de los derechos sociales y políticos adquiridos que el engendro mileista plantea -y que justifica la necesidad de ganar las calles ya, a pesar de la opinión de Massa-; sino también con la salida política que planteemos a la crisis tomando en cuenta que, aunque no nos guste, venimos de una experiencia de gobierno “popular” absolutamente fallida que redujo el capital político del espacio democrático, nacional, popular y feminista a una expresión mínima con pocas posibilidades inmediatas de disputa real del poder.

Y no hay dos tiempos, uno para definir la estrategia y construir la organización capaz de conducir tacticamente y otro para ponerle freno a la ultraderecha en su afán de fusionar (hasta que resulte difícil de separar) el poder real de los “dueños de la Argentina” y la cuota de poder político que todavía se define por la voluntad popular. Es por eso que la pelea contra el DNU y la ley ómnibus tienen relevancia estratégica: por un lado un triunfo, aunque sea parcial, puede condicionar el futuro de Milei y su gobierno en el mediano plazo. El bloque de poder que mencionamos está atado con alambre y su subsistencia está vinculada a acumular éxitos en los primeros meses de gobierno. Éxito hoy sería que el DNU se apruebe y/o que la ley ómnibus se vote favorablemente sin mayores modificaciones en el Congreso: la aplicación del DNU aparece complicada por los primeros fallos judiciales en su contra, la ley ómnibus tiene parte del articulado a priori invotable, aún para el PRO y el radicalismo más conservador. Si las fuerzas que disputan internamente la hegemonía del espacio libertario huelen sangre frente a síntomas de debilidad del gobierno podrían desatar una crisis de gobernabilidad equiparable a la del pueblo en la calle en el corto plazo. Es decir que no solo el campo nacional y popular se plantea, en el marco de las luchas que generará la reacción a las medidas de gobierno, reconfigurar la fuerza política y los liderazgos por venir…la derecha también acciona y seguramente tiene un plan B.

Veníamos analizando que, producto de nuestros errores -que incluyen el incumplimiento del contrato electoral que nos permitió vencer en las elecciones del 2019- y la permanente prédica antipolítica de la ultraderecha, la relación entre el pueblo, identidades político-partidarias y líderes tiene un grado de labilidad importante, que permite, por ejemplo, que un mes después de ganar holgadamente las elecciones en Jujuy, Morales tenga que enfrentar un levantamiento popular de envergadura. O, corriéndonos de Argentina a Chile, que hayamos asistido a una sucesión de acontecimientos que arrancaron con el levantamiento popular del 2019 que expulsó a la derecha tradicional del poder, el triunfo de la izquierda y la centro-izquierda en el plebiscito constitucional del 2020, la elección de constituyentes del 2021, el triunfo de la centroizquierda apoyada por la izquierda en las elecciones presidenciales derrotando al candidato de ultraderecha, la elaboración de una proyecto de Constitución progresista derrotado por paliza en el referendun aprobatorio del 2022, el triunfo de la ultraderecha y la renacida derecha tradicional en las elecciones constituyentes del 2023, la elaboración de un proyecto de Constitución más a la derecha que la Constitución pinochetista que pretendía reemplazar y la derrota en el referendun aprobatorio de éste proyecto de nueva Constitución…también en 2023. ¿Porqué un Milei, que nos está sumergiendo en pocas semanas en una situación de crisis económica y social que nos acerca al borde del abismo, colocándonos en la antesala de un genocidio social equiparable o superior al acontecido en nuestro país durante el gobierno de De La Rúa, debería gozar de un periodo prolongado de impunidad popular?. ¿Por las expectativas que su discurso anticasta regado de dosis de aparente rebeldía frente a una parte de los poderes constituidos generó?. Puede ser, pero el límite es el hambre, que ya está golpeando a la puerta de millones de hogares argentinos.

Lo anterior explica (al menos parcialmente) que, a menos de dos semanas de haber asumido el poder, comenzaran manifestaciones populares en contra del gobierno. DNU, ley ómnibus y mensaje de fin de año mediante, el “gatito mimoso de las corporaciones” generó las condiciones para que la resistencia a su gobierno comenzará a adquirir centralidad en forma temprana. Que el proceso sea protagonizado por la CGT y la CTA no es un elemento menor: plantea que una posible salida a la crisis seguramente tendrá a los trabajadores (los formales y los de la economía popular) y sus organizaciones, como protagonistas centrales, planteándose la posibilidad de reconstrucción de la columna vertebral del movimiento y que los nuevos liderazgos el espacio nacional y popular no podrán obviar esa centralidad.

COMPRENSION Y SUPERACION

Es un momento de desconcierto y estupor: lo fallido del gobierno de Alberto, la derrota no por esperada menos contundente en el balotaje y la arrolladora ofensiva de la ultraderecha en el gobierno nos han puesto a la defensiva y todavía falta que pase mucha agua bajo el puente para que podamos entender el fenómeno Milei y sus políticas. Sin embargo es necesario que comencemos a discutir cuestiones no menores, si queremos que la crisis en desarrollo tenga alguna probabilidad de definirse a favor de los sectores populares. Planteamos a continuación alguna de éstas cuestiones:

·        El campo nacional y popular y sus organizaciones han demostrado incapacidad para construir poder popular y organización que “supere al tiempo”. La burocratización de algunas estructuras políticas, la “profesionalización” de la política en desmedro de la actividad militante, el alejamiento de las bases frente a la imposibilidad de brindar las respuestas que el “posibilismo” de los gestores negaba, determinaron que el concepto de casta nos abarcara y que una parte de los sectores populares reaccionara contra lo mismo que hace no muchos años los abarcaba

·        Lo anterior determinó una “desconexión” con los sectores populares que pretendemos representar, en particular los juveniles. Esta desconexión, esta distancia, nos impidió ver su deriva hacia posiciones ultraderechistas, acelerada cuando quedo claro que el gobierno de Alberto iba a incumplir una gran parte del contrato electoral del 2019 que le permitió acceder a la presidencia

·        En la historia de la filosofía política, Gramsci dice que el pueblo “es el bloque social de los oprimidos”. Hemos utilizado en abundancia en los últimos tiempos conceptos tales como “el pueblo siempre vuelve”, “el pueblo siempre está” o “el pueblo siempre aparece” -como ejemplo se pueden repasar varias de nuestras últimas editoriales-. Posiblemente perdimos de vista que la categoría pueblo no implica considerar que todos los oprimidos piensan o se comportan de manera semejante. Errores propios -como los señalados en los puntos anteriores- y la acción del enemigo mientras fuimos gobierno, determinó que el peronismo perdiera el monopolio de la representación de lo que identificamos como “pueblo”, poniendo en discusión el significado de lo nacional y popular (varias veces utilizado en la presente nota). Dado que el universo de los oprimidos no es único y no configurable por las diferentes coyunturas políticas, podemos sentir cierto alivio porque la brutalidad de las políticas de la ultraderecha incrementan el volumen de lo “popular” planteándonos el desafío de llegar a un conjunto variopinto con nuestras propuestas políticas

·        Oponernos en las calles a la política de hambre de Milei es un desafío que comenzó a abordarse en las últimas semanas con la marcha de la CGT, CTA y organizaciones sociales a la plaza de Tribunales, los cacerolazos en numerosas ciudades del país, la aparición de Asambleas de vecinos por barrios, la convocatoria a plenarios abiertos por parte de los intendentes del conurbano  y el paro y la movilización convocada el 24/01. Pero el desafío es no solo movilizar sino dejar en claro que los que nos planteamos resistir el avance de la revolución libertaria no somos defensores del statu quo vigente

·        Existe espacio para la radicalización política, en gran medida debido al fracaso de los últimos dos gobiernos que defraudaron a sus respectivos electorados. Apareció un masivo conjunto de ciudadanos disconformes con la política y hasta con la democracia y que fueron atraídos por el discurso individualista extremo y antipolítica de la ultraderecha. Lo nacional y popular en su versión frente-todista, lo “progresista”, ocupo el espacio de lo conservador, de la defensa del que “nada cambie”. Entendemos por radicalización recuperar la visión de la política como conflicto y de la democracia como el espacio de resolución de esos conflictos, del diálogo y los acuerdos como herramientas para aumentar la cantidad de reivindicaciones incorporadas a nuestro “programa” masificando el espectro de los “representado” pero enterrando simultáneamente el concepto de que la política es el arte de administrar lo posible

·        La radicalización de nuestras posiciones políticas es entonces una condición no renunciable para poder recuperar lo perdido en los sectores juveniles. La rebeldía, lo contestatario y disruptivo debe entrar dentro del amplio espectro de reivindicaciones constituyentes de la nueva configuración de lo nacional y popular.

·        Como señalamos anteriormente el devenir autoritario del gobierno de ultraderecha amplia el espacio de construcción de una propuesta política superadora. Vamos a tener que “crear” una ideología del progreso democrático que permita recuperar una dinámica que vuelva a enamorar a los sectores populares de la política y de los instrumentos democráticos de lucha por el poder

·        La cuestión es saber si los actores colectivos populares (partidos y movimientos políticos del campo nacional y popular con el peronismo a la cabeza, sindicatos y organizaciones sociales) pueden concertar acciones que alteren el marco oligárquico de la competencia electoral para darle sustancia a la palabra democracia. Tenemos que volver a “socializar” la política, remarcando la centralidad de los reclamos sobre derechos laborales y sociales de las masas trabajadoras y las clases medias pauperizadas, materializándolos en concreciones “vitales”. La lucha debe ser por el poder, pero también por alternativas u opciones en las estrategias estatales o las políticas públicas. Las opciones deben ser ideológicas, con el pueblo como protagonista y no como mero vendedor de su voto a influencers, arribistas o profesionales de la política. No debemos permitir que la democracia se reduzca a una lucha oligopólica por la captura del mercado de votos

·        Debemos hacernos fuertes a nivel territorial, particularmente en aquellos lugares que gobernamos como la Provincia de Buenos Aires. Mucho se ha dicho en los últimos tiempos acerca de que las redes sociales reemplazaron, al menos parcialmente, a la calle como espacio de disputa por la hegemonía entre y de los proyectos políticos en pugna. Creemos que las redes sociales no se deben descuidar y que se debe generar en ellas un espacio comunicación e intercambio que aporte al esclarecimiento de las consecuencias de las políticas que la ultraderecha está implementando, al surgimiento de propuestas políticas que planteen caminos alternativos al que los libertarios pretenden presentar como único posible, a la formación de cuadros capaces de pensar con cabeza propia la realidad y sus desafíos, a desbaratar las mentiras y las fake-news con las que nos bombardean cada minuto y, lo que quizá sea más importante, para aportar a la movilización y la organización popular ya que es en el cara a cara en cada barrio, en cada lugar de trabajo, cada escuela y cada universidad donde se va a definir el futuro del país y la posibilidad de reconfiguración del peronismo y los futuros liderazgos

La cuenta regresiva comenzó el 10 de diciembre y los segundos parecen contar como horas y los minutos como días. Los vertiginoso del momento sabemos tiene que ver con la acción del mileismo, pero la respuesta popular empieza a sincronizarse con los desafíos que el enemigo nos plantea. El 24/01 en la Plaza del Congreso debemos ser cientos de miles: no es poca cosa que sean las organizaciones sindicales y sociales las que encabecen la convocatoria.

 

Después del 24/01 vendrán nuevas convocatorias, posiblemente la disputa sea de largo aliento y para ello debemos prepararnos. En las calles y de la mano de la resistencia se irá construyendo, con centralidad en el peronismo y las figuras de Néstor y Cristina, la identidad que nos aglutine y nos permita disputar el sentido de la salida política a la crisis brutal que LLA está provocando y sin duda profundizará.