El encuentro se realizó el local del Movimiento Evita en CABA, a cuadras de la Plaza de Mayo, un jueves feriado y caluroso de diciembre mientras a pocas cuadras se realizaba una nueva edición de la Marcha de la Resistencia.
Flanqueados de fotos de Perón, Evita, Cristina y Chávez, comenzamos la charla que se extendió casi dos horas.
- Suponemos que deben haber debatido largamente las causas de la derrota electoral del 2015, posiblemente en el marco de un balance de los logros y las limitaciones de los 12 años de gobierno nacional y popular: ¿nos podrás resumir el contenido de su debate y las razones fundamentales que a su juicio explican la derrota?
La explicación de la derrota electoral es multicausal y las razones creemos que pueden ser agrupadas en dos conjuntos: por un lado hay causas de índole estructural y, por otro, causas más inmediatas que tienen que ver con el manejo de la campaña, los candidatos elegidos, etc. Son las primeras las que nos interesa más analizar ya que tienen que ver con cuestiones que el Evita venía planteando hacia el interior del kirchnerismo desde por lo menos cuatro años antes de la derrota: algunas que tienen que ver con particularidades propias del proceso nacional y otras con condicionantes comunes que se repitieron en los distintos procesos populares regionales. Desde el 2010/2011 empezamos a tratar de caracterizar con mayor profundidad el proceso político y económico que estábamos protagonizando. Néstor decía en el 2003 “tenemos que salir del infierno”, definiendo el objetivo de nuestra primera etapa al frente del poder político; la segunda etapa se definía desde las usinas del pensamiento oficial como la necesidad de avanzar en un modelo de desarrollo de matriz diversificada con inclusión social. Tomando como metáfora el planteo de los neoliberales acerca de la teoría del derrame, nosotros decíamos que el kirchnerismo actuaba induciendo el derrame: recuperando la política como instrumento de transformación y al Estado con un rol protagónico en la economía. Para graficarlo: el Estado metía la mano en la copa y forzaba el derrame sin esperar que la misma estuviera llena -mejorando la distribución de la riqueza-.
Con posterioridad a la crisis del campo del 2008 y a la crisis internacional del 2009 empezamos a notar que el modelo del derrame inducido mostraba limitaciones: teníamos que meter la mano hasta el fondo del vaso para poder encontrar algo que derramar. Éstas limitaciones nos hacían pensar y plantear que era necesario avanzar sobre cuestiones más estructurales para profundizar el modelo: nuestro gobierno pudo poner en discusión la democratización de los medios de comunicación pero nunca pudo poner en discusión la democratización de la economía. Debemos reconocer que durante los 12 años de nuestro gobierno no logramos que la economía abandone su concentración, su extranjerización y su primarización. En la medida que no pudimos avanzar sobre estas tres cuestiones se hizo muy difícil saldar cuestiones pendientes en materia social. Salimos del infierno. Los trabajadores formales mejoraron su poder adquisitivo, su capacidad de consumo, muchos que hacían changas se transformaron en trabajadores formales adquiriendo derechos que antes no tenían; sin embargo después de 12 años de gobierno un tercio de los laburantes continuaba trabajando en negro, en la economía informal, sin derechos o con derechos cercenados. Estos trabajadores de la economía popular son la contracara de aquello que no pudimos modificar: concentración, extranjerización y primarización. El capitalismo en su actual etapa de desarrollo, con los avances tecnológicos, con la automatización y robotización de los proceso productivos, hace que no podamos analizarlo como al capitalismo de la década del 50 del siglo pasado.
Cuando planteábamos hacia el interior del gobierno que nos estaban quedando fuera del modelo el 30% de los laburantes, la respuesta era en términos “clásicos”: lo que ustedes están organizando es un sujeto que tiende a desaparecer, en la medida que la economía crezca los trabajadores de la economía popular van a ser incorporados como trabajadores formales para ser sujetos de pleno derecho. ¡Pero el capitalismo actual no avanza en ésta dirección!. La misma discusión que teníamos con funcionarios del gobierno, la sosteníamos también con la CGT, con el movimiento obrero organizado. Recién en la actualidad tienen un grado de reconocimiento para los trabajadores y trabajadoras de la economía popular. Tomemos el ejemplo la industria automotriz que estuvo produciendo en estos doce años 3 veces más que en décadas anteriores (60´s y 70´s) pero con un tercio de los trabajadores que en otro momento empleaba. Esa ecuación trasladada al conjunto de la economía no cierra. No es posible un modelo económico exitoso en base a un 20 % de la población que produce el 100 % de los bienes y un 80 % que desde el punto de vista de la economía aporta sólo en tanto consumidora (siempre y cuando pueda consumir). Podes crecer a tasas chinas que el capitalismo en esta lógica siempre va a excluir.
Debemos reconocer que en términos de teoría económica recién en los últimos tiempos hemos avanzado en empezar a buscar respuestas a los interrogantes que la nueva situación nos plantea, a teorizar acerca de la economía popular y sus actores, los trabajadores de la economía popular. A cualquier compañero del Evita le preguntabas 4 o 5 años atrás qué era un trabajador de la economía popular y te podía dar cualquiera de varias definiciones diferentes. Pasa que vamos generando teoría mientras participamos de la organización del sector.
Partimos de una premisa: no hay proyecto nacional sin protagonismo de los trabajadores y no hay protagonismo sin unidad de los trabajadores. Y para gestar la unidad tenemos que reconocer esta realidad. El problema de la unidad no es solamente tener 4 o 5 centrales sindicales sino que los trabajadores en su conjunto están partidos en 3 sectores económicos y sociales diferenciados: un tercio de los trabajadores que tiene patrón y derechos (la crema, los mejor remunerados), un tercio que tiene patrón pero no derechos y un tercio que no tiene ni patrón ni derechos. Sobre éste último sector venimos trabajando desde la CTEP (Confederación de Trabajadores de la Economía Popular).
Desde el punto de vista de lo político lo primero que tenemos que señalar es que el kirchnerismo fue un proceso sin sujeto definido: el protagonismo de los trabajadores creemos fue importante al principio pero posteriormente adquirió mayor relevancia el protagonismo de la juventud relegando la cuestión del rol central de los trabajadores y su unidad. La participación de la juventud es relevante porque oxigena el proceso político; lo que no compartimos es que se vea a la juventud como un sujeto. La juventud es un estadio de las personas que tiene principio y tiene fin, la juventud tiene un rol a cumplir en cualquier proceso político de contenido popular pero no puede reemplazar a los trabajadores y su unidad. El último acto del que participa Néstor, el del lanzamiento de la juventud en el Luna Park, cuenta con la presencia de la Juventud Sindical de Facundo Moyano, es decir que originalmente los pasos dados para organizar a los sectores juveniles afines al kirchnerismo reconocían el papel de los trabajadores y estaban enmarcados dentro de lo que eran nuestros planteos políticos. Al morir Néstor se explicitan problemas de conducción: no es que el movimiento nacional se queda sin conducción, por el contrario la ejerce firmemente Cristina pero con cambios en el direccionamiento; algunos de ellos motivados por condicionamientos externos como el proceso de integración regional que se frena. Sin embargo con la muerte de Néstor la construcción política se achica. Si repasamos la constitución de las plazas de Néstor hasta el 2007 e incluso algunas de las que se dieron durante el conflicto del campo expresan la diversidad del movimiento nacional (el peronismo institucional y territorial -provincial y municipal-, el movimiento obrero organizado (CGT y CTA), organizaciones sociales, organizaciones de profesionales y científicos, sectores juveniles, organismos de DDHH, etc.); pero, de esas plazas, pasamos al estadio de Vélez donde el peronismo territorial quedó relegado y la mayoría del movimiento obrero vio el acto desde afuera –aún cuando debemos reconocer que el acto expresa un momento alto y muy rescatable de la recuperación de la militancia juvenil-. La imagen más clara del achicamiento son los actos de los patios en la Casa de Gobierno en los cuales Cristina dialoga pero con la juventud que ingresa a los mismos.
Demás está decir que lo anterior debe ser analizado desde el punto de vista de la construcción política y que es incuestionable que Cristina deja el gobierno como ningún otro presidente desde la recuperación de la democracia, con una Plaza de Mayo colmada y con altos niveles de aceptación popular. Sin embargo vale la pena fijar la mirada sobre esa plaza: no prevalecen las expresiones orgánicas más allá de las juveniles sino la convocatoria inorgánica y espontánea, es una plaza más de la “opinión pública”, de ciudadanos, que de un conjunto organizado. En esto último se puede encontrar una de las causas de la derrota: si bien se creció en los niveles de organización popular respecto al 2001 o el 2003, lo mejorado no alcanzó para ganar las elecciones o frente a la eventualidad de la derrota garantizar que los cambios fueran irreversibles. Porque para garantizar la irreversibilidad de los cambios no alcanza con declamarlo o plasmarlo en leyes o incluso en modificaciones constitucionales, o sea que el problema no es lo que constituís sino el poder que tenés parado en la calle; no solo lo que plasmás en normas sino en lo que construís a nivel de organización popular para defender las conquistas. En esto último tenemos un déficit.
- Vinculado con esto último: ¿qué piensan del concepto de “empoderamiento”? Cuando Cristina en el acto del 9/12 dice que deja un pueblo empoderado: ¿piensan que lo que dice tiene anclaje en la realidad?
Empoderamiento no es una palabra con la que estemos muy identificados; quizá sería mejor hablar de construcción de poder popular. Creo que sí hay elementos de anclaje concreto con la realidad, pero creo que por un lado ese“empoderamiento” está orientado hacia los sectores medios y por otro brinda pelea en la llamada batalla cultural o cambio cultural. Ahora, si hablamos de empoderamiento pero terminamos nuestro gobierno con cinco centrales sindicales, algo hace ruido. Nosotros entendemos el empoderamiento en términos de organización de los trabajadores con la complejidad que la palabra “trabajadores” involucra; lo entendemos en términos de construcción de un nuevo bloque social o bloque histórico con un programa alternativo, ya no para definir el modelo de desarrollo capitalista a impulsar sino para poner en cuestión el capitalismo.
-Estamos todavía muy cerca para realizar un balance histórico o para arriesgar cuál será el juicio de la historia sobre los 12 años de kirchnerismo, pero creo que sí podemos arriesgar una opinión acerca de si los años de gobierno popular, con sus luces y sus sombras, constituyen una base de la cual partir en el proceso que lleve a la construcción de lo que ustedes llaman nuevo bloque histórico que ponga en cuestión al capitalismo
Claramente creo que nos deja varios escalones más arriba y más adelante de donde estábamos parados en el 2001. Vamos a volver pero no para hacer lo mismo, vamos a volver para ser mejores, para profundizar una serie de políticas cuyo estancamiento explica en parte la derrota. Néstor decía en sus discursos que el cambio es el nombre del futuro y nos ganó una fuerza política que se llama Cambiemos. Como espacio político dejamos de ser la expresión del cambio y la transformación; dejamos de generar expectativa en las mayorías populares. Por primera vez la derecha, el poder económico concentrado, logró construir una expresión política capaz de vencer en las urnas, de llegar al gobierno por elecciones libres. Éste tendría que ser uno de los elementos principales que nos invite a reflexionar acerca de porqué perdimos: el modelo económico que implementamos durante los 12 años de gobierno logró por un lado dar respuesta a demandas insatisfechas de distintos sectores; pero al mismo tiempo que se cubrían demandas anteriores se generaban nuevas, demandas de segunda generación que no vimos a tiempo y a las que no dimos respuesta o las dimos tarde; pero por otro lado hubo sectores a los que el kirchnerismo no llegó o no llegó suficientemente.
Por supuesto que la derrota se explica también por los aciertos de los contrincantes; lo que no significa que le podamos echar la culpa de perder al rol de los medios porque ellos también jugaron en el 2011 y ganamos por el 54 % de los votos. En lo concreto del proceso electoral hubo sobre-estimación de la fuerza propia y subestimación de la capacidad de acción política del PRO y de Cambiemos.
Creo que tanto el kirchnerismo como el PRO son dos emergentes del 2001 en lo que hace a la crisis de representación política. Néstor y Cristina fueron dos liderazgos muy fuertes detrás de los cuales se escondía la crisis de representatividad. El PRO constituye una experiencia novedosa con un práctica comunicacional moderna, con un gran manejo de las redes sociales y un discurso segmentado por sectores sociales: si bien desde el punto de vista económico son la Libertadora, el proceso del 76 y el neoliberalismo de los 90, en términos políticos son una derecha que contacta sectores populares trascendiendo su base social tradicional.
- Yendo a la coyuntura, ¿cómo analizan Uds en tanto actores políticos y sociales la relación con el gobierno o mejor los gobiernos en las esferas nacional, provincial y municipal?
En primera instancia hagamos una caracterización del gobierno nacional: podríamos decir que es un gobierno de ajuste, pero creo que le calza mejor la definición de gobierno de transferencia de recursos –por cierto brutal- de los sectores populares a los sectores concentrados de la economía. Parecería que originalmente pensaban que iban a recrear la “confianza” de los inversores internacionales por el sólo hecho de estar ellos al frente del gobierno y que esto se iba a traducir mágicamente en una lluvia de inversiones. Éste planteo se basa en un diagnóstico equivocadode la realidad del mundo actual. Cambiemos asume en un momento en que los capitales parecen tender a retirarse de la periferia y volver al centro. Hoy parecen algo desconcertados y se mueven como los vikingos: Macri al frente y detrás las hordas de los grandes grupos económicos rapiñando lo que pueden de la destrucción de la patria.
Sin embargo, creo, no es un gobierno de ajuste tradicional porque está dispuesto a mantener una parte del gasto social en función de bancar lo que su política económica destruye y ganar tiempo. Como el gasto social lo bancan con endeudamiento y el crédito está caro y posiblemente lo esté más en un futuro (asunción de Trump mediante) no creo que el proyecto económico de Cambiemos tenga la capacidad de construir estabilidad política.
Después está nuestro rol como Movimiento Evita. Con la asunción del gobierno por parte de Macri comienza una etapa de ofensiva de los grandes grupos económicos y de resistencia a su avance por parte nuestra, donde las victorias que se consiguen en la calle se dan en el marco de lo defensivo, como fue el caso de la Ley de Emergencia Social que se votó en ambas cámaras. Al mismo tiempo hay margen en el plano de la disputa política y electoral para torcerle el brazo al gobierno. No está en nuestro planteo político generarle crisis al gobierno, ya que vemos que podemos ganarle en el marco de la disputa electoral. Y principalmente porque las crisis siempre las pagan más los de más abajo. En la acumulación en lo social, la CTEP tiene centralidad no solo como organización que representa a los trabajadores y trabajadoras de la economía popular sino también como organización puente para la unidad de los distintos sectores de trabajadores. En éste último sentido rescatamos como un avance muy grande el encuentro de movimientos populares que se hizo en la CGT con la conducción de la Central unificada, que significó un hito en lo que hace al reconocimiento de los trabajadores informales por los gremios que representan a los trabajadores formales.
Si la movilización del 7 de agosto de San Cayetano a Plaza de Mayo permitió que se visualice el colectivo de trabajadores y trabajadoras de la economía popular y que se plantee la discusión acerca de la emergencia social, el encuentro de movimientos populares con la CGT permitió incorporar la emergencia social a la agenda de los trabajadores formales. Este proceso avanza hasta plasmarse en la calle el 18 de noviembre, en la movilización conjunta de la CTEP, los movimientos sociales y la CGT. La unidad demostrada en las calles permitió generar los consensos parlamentarios que culminaron con la aprobación de la emergencia y el acuerdo con el gobierno. Si prestamos atención nos damos cuenta que las leyes que lograron mayorías parlamentarias –con excepción de Ganancias- fueron aquellas que se plantearon como reflejo de movilizaciones, ganando las calles: la Ley Antidespidos después del acto de las CGT y CTA en el Monumento a los Trabajadores en abril y la de Emergencia Social después del 18 de noviembre. Por eso decimos que la lucha social no solo sirve para frenar los embates del gobierno para quitar conquistas de los sectores populares sino también para construir mayorías parlamentarias e incidir sobre el proceso de unidad que tiene que expresarse en lo político.
En éste último aspecto es importante analizar que las grandes movilizaciones que se dieron este año (sumando a las mencionadas la de los trabajadores de ATE en febrero, la del 24 de marzo, las de los universitarios, la marcha por Ni Una Menos, la Marcha Federal, etc.) se dan en marcos de unidad que permiten superar la contradicción kirchnerismo/anti-kirchnerismo. Aquellas movilizaciones que no pudieron romper con esta lógica son las que quedaron como expresiones testimoniales sin generar agenda de los sectores populares. Lograr construir agenda implica superar la contradicción kirchnerismo/antikchnerismo y pasar a macrismo/anti macrismo, neoliberalismo/anti neoliberalismo. Esto se debe expresar en términos de construcción política: puntualmente sabemos que la madre de todas las batallas es la provincia de Bs As y que, teniendo en claro cuál es la contradicción principal, debemos avanzar en la unidad del peronismo. Sin unidad del peronismo no hay victoria del campo popular en las elecciones del 2017 y debemos tomar en cuenta que las elecciones de medio término son un paso fundamental pensando hacia el 2019.
- Hay un cuestionamiento fuerte hacia ustedes por el acuerdo de Emergencia Social que firmaron con el gobierno en el sentido de que este acuerdo le daría aire al gobierno o a sectores del peronismo “poco” opositores o incluso que existen aspectos no publicitados del acuerdo que podrían comprometer la movilización popular en el futuro inmediato…
Si anteponemos la necesidad de capitalización política a la pelea social, entonces no hay pelea social. En ese sentido siempre pusimos por delante el reclamo sectorial. Si a la movilización del 7 de agosto con los compañeros de la economía popular le anteponíamos la discusión de los últimos 12 años, no habríamos podido movilizar junto con la CCC y Barrios de Pie, o con la CGT en otras movilizaciones. En las luchas siempre hay pelea, movilización y negociación. La unidad en la pelea social es la que abre el camino que posibilita la unidad necesaria en términos políticos para derrotar al macrismo. Pero si anteponemos la capitalización política a resistir los embates del gobierno contra nuestro pueblo, eso conspira contra el éxito de la resistencia en el plano social. Respecto al texto del acuerdo, quiero dejar en claro mas allá de las conquistas alcanzadas a partir del mismo, que no está en el espíritu de la CTEP ni en el Movimiento Evita la idea de dejar la calle, esto iría contra de nuestra naturaleza. Firmar un acuerdo que implica dejar la calle sería firmar nuestra desaparición como fuerza política y social.
-¿La cláusula no fijaba un periodo de “desmovilización” tres años, similar al de la vigencia del acuerdo?
Hay una temporalidad en la vigencia de la Ley, pero no con respecto a dejar la calle. La ley de emergencia se plantea por tres años. Para el día de la sanción definitiva de la ley incluso planteamos movilizar al Congreso en forma masiva para luego marchar hasta Cancillería para exigir la liberación de Milagro Sala.
- En algunos reportajes a Pérsico o al Chino Navarro, hay un planteo sobre la gobernabilidad y la necesidad de derrotar a la derecha electoralmente, tarea no simple porque se trata de una derecha moderna y con penetración electoral –al menos en ésta etapa -. Quería asociar lo anterior con una nota de Verbistky donde habla de un nuevo bipartidismo planteado por los sectores dominantes donde una pata es Cambiemos y la otra es el massismo y el Frente Renovador: ¿creés que hay posibilidad de romper esa lógica, creés que es necesario romperla, está discutiendo esto el Evita?
Hay objetivos de corto plazo y otros de largo plazo. Teniendo siempre en claro la necesidad de derrotar electoralmente al gobierno, en el corto plazo vemos pelea social en términos de frenar el ajuste y mitigar su impacto sobre los sectores populares. Al mismo tiempo, nosotros estamos convencidos de que hay posibilidad de una nueva oleada latinoamericana -como dice García Linera-, pero cuando la oleada llegue debemos pensar nueva formas para garantizar la estabilidad de nuestros procesos, puede que exista en nuestros pueblos cierto cansancio ante las figuras que lo encabezaron durante los últimos años y debemos dar cuenta también de esta realidad. Para derrotar electoralmente al gobierno es necesario trabajar en pos de la unidad del peronismo, particularmente en la provincia de Buenos Aires: a Massa podemos empujarlo hacia Macri, pero nuestra vocación es quitarle aliados al enemigo y sumar para el espacio propio; en todo caso ese es el desafío. En ese sentido, lo que se vio expresado en el acuerdo por ganancias en el Congreso es un dato muy interesante. Si bien es difícil que se exprese electoralmente, conviene leer a Morales Solá en la nota que escribió tras la media sanción en Diputados. El título era “Ensayo de unidad del PJ en el Congreso”. Ahí se plantea una preocupación muy grande desde los sectores dominantes de la Argentina respecto de que esa unidad se exprese en el 2017. Está claro que la política del macrismo es desunir y fragmentar. Nuestra política, por el contrario, debe ser a favor de unir y juntar. No solo juntar en función de oposición, sino en pos de un proyecto de país. El programa se definirá en la medida en que se conforme el bloque social que represente a las mayorías en nuestro país.
- Cuando Cristina habla de unidad lo hace en términos muy similares a los que Uds. plantean y a veces la limitación para construirla viene más por el lado de sus exégetas que por sus propias palabras o acciones. En función de esto: ¿qué papel pensás que jugará?
Nosotros no vemos que lo que ocurre en la calle se traslade automáticamente a la política porque los liderazgos se desgastan y terminan condicionando acuerdos. Todo este proceso ayuda a amalgamar lo político y permite que sectores antes enfrentados en lo político hoy puedan juntarse.
Respecto del rol de Cristina ella tiene un planteo político que en lo discursivo claramente coincide con nuestro planteo, pero luego en los hechos cuesta un poco más que se exprese, más que nada porque Cristina tiene un liderazgo muy fuerte que la ubica con un piso alto pero también un techo bajo. Y eso es lo que no permite que ella pueda ser centro de la construcción de una unidad que exprese una nueva mayoría. Ese papel tampoco lo juega Massa quien recién ahora con el tema de Ganancias jugó un rol de oposición. El proceso de unidad de la CGT es un dato también importante y el no pensarse como centro por parte de Cristina favorecería la unidad del peronismo: entiendo que es lo que ella ha verbalizado en varios de sus discursos, en los hechos cuesta más plasmarlo.