Por Mariano Ameghino

Debo confesar que detesto cuando se intenta analizar la realidad de un país como si se tratara de una economía doméstica familiar, porque las familias no tienen la posibilidad de emitir monedas, ni de establecer regulaciones, legislaciones ni cambiar a su gobernante o sus sistemas de gobierno. Pero se puso tan de moda que permítanme la metáfora que voy a compartir a continuación.

 

Todo esto también nace en textos leídos del historiador Ezequiel Adamovsky sobre la historia de la clase media en la Argentina, en donde en algún ribete, en alguna pincelada, en algún párrafo, él comenta que la discusión sigue siendo la misma de la tradición Sarmientina, sobre quién se sienta en la mesa nacional.

 

Entonces imaginemos una mesa. Imaginemos una nación, pero también imaginemos una mesa familiar. ¿Quién se sienta en la mesa familiar a la hora de la toma de las decisiones?. Supongamos que hay que internar al abuelito en un geriátrico, entonces, los hijos, los nietos, los que están poniendo dinero, los que están a cargo del cuidado del adulto mayor tendrán opiniones y cada opinión tendrá un peso distinto a la hora de tomar esa decisión final. Ahora bien, si viene un primo que vive en Europa y se pone a opinar, será mirado de reojo y más de uno dirá: ¿y este quién se cree que es?.

 

Vayamos a un ejemplo menos dramático. Hay que pintar la pieza de los pibes. Bueno, los padres que compran la pintura, la opinión del pintor acerca del color que conviene en ese ambiente, los pibes que llevarán muchas horas, días y momentos de su vida en esa habitación, serán los que toman la decisión en torno a gustos, tradiciones, precios. Ahora bien, si aparece el novio o la novia de uno de les hijes de la casa y se pone a opinar, sacude la mesa familiar. A la hora de la toma de decisiones sacude la mesa, sacude las sillas, tiemblan los cimientos. Entonces ¿quién se sienta en esa mesa a tomar decisiones, a opinar sobre el devenir de las cosas?

 

 Muy bien, esta es la mejor metáfora que se me ocurre para describir lo que está ocurriendo en este momento. Javier Milei quiere que se sienten en la mesa nacional actores, corporaciones que aún no lo han logrado. Sí señor, por más que usted piense que los intereses transnacionales disputan y nos condicionan nuestra vida cotidiana, todavía no están sentados en la mesa nacional. El peronismo logró que se siente en la mesa nacional el Movimiento Obrero. Lo organizó, colaboró en su organización, un sujeto pueblo que ya existía y que estaba invisibilizado, ninguneado, menospreciado, el peronismo lo sentó en la mesa nacional y desde allí nunca más se bajó. Intentaron condicionarlo, exterminarlo, disciplinarlo, pero el Movimiento Obrero organizado está sentado en la mesa nacional.

 

Salvando las distancias, el peronismo conducido por Néstor Kirchner sentó en la mesa nacional a los Movimientos Sociales, otro sujeto pueblo hasta entonces invisibilizado, ninguneado, menospreciado. Está sentado en la mesa nacional.

 

Y así, en distintos momentos históricos, en la cotidianeidad, está sentada la Iglesia, las Fuerzas Armadas con mayor o menor protagonismo, los Medios de Comunicación, los Organismos de Derechos Humanos. A veces se discute sobre la pieza de los pibes o sobre la internación del abuelito, pero están sentados en la mesa nacional.

 

El DNU y la ley ómnibus de Javier Milei nos demuestran que hay corporaciones que durante el Gobierno de Mauricio Macri no pudieron sentarse en la mesa y ahora a plata o mierda se sientan, quieren opinar sobre la internación del abuelito, el color de la pieza de les pibes, dónde nos vamos de vacaciones, la soberanía satelital, los derechos laborales, las Malvinas, las extranjerización de la tierra, los derechos laborales, la regulación de la economía, la emisión monetaria, el arte, la cultura, la salud, la educación.

 

Mientras tanto nos tenemos que organizar y poner en su lugar a estos que no son ni primos lejanos que desean sentarse en una mesa a la cual detestan. En primer lugar debemos cuidar la mesa, el hogar y en segundo lugar poner derecho de admisión para Elon Musk, las Prepagas, los cielos abiertos, Airbnb, Benetton, Lewis, Farmacity, y tantos otros que desean matar al abuelito, a los hijos e hijas y a toda la familia nacional.